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Hasta siempre Eva Weil

Eva, o Feva, o Fefa, o la mujer de Ernesto Kroch primero y después su viuda. Eva Weil no era una gran mujer que estaba detrás de un gran hombre. Era una gran mujer y punto. También Ernesto Kroch fue un gran hombre. Murió él primero y ella murió la semana pasada en Frankfurt am Main, en Alemania, país en el que había nacido. Al Uruguay llegó siendo una niña con su familia, huyendo del régimen nazi. Como Ernesto, ella se aclimató al Uruguay, que me atrevería a decir que quiso tanto o tal vez más que a su país de nacimiento

La primera vez que la vi yo no estaba aún vinculada a la Casa Bertolt Brecht. Había una charla o conferencia en el Edificio Anexo de Palacio Legislativo. Cuando terminaron las exposiciones una señora de pelo blanco levantó la mano para hacer una pregunta. Fue como una bomba, y me parece que nadie le contestó. Eva era así, no una tirabombas, sí una transgresora, no tenía pelos en la lengua, y menos aún un pelo de tonta.

Siempre con su mochila a la espalda, carente de coquetería y elegancia, pero al mismo tiempo una bella mujer porque la belleza le salía de adentro, de su solidaridad, de su compromiso con los más desvalidos, con los niños, con los olvidados por la política y por la economía; de su izquierdismo visceral, incondicional, de su lucha de toda la vida por un mundo sin explotación, y sin capitalismo.

Cuando la dictadura puso su bota en Uruguay, ella y Ernesto debieron exilarse en Alemania. Ella trabajó allá siempre en torno a proyectos solidarios, reivindicativos de causas justas. Ernesto no encontró trabajo y empezó su labor de escritor. Regresaron al Uruguay y ambos fueron puntales decisivos en el accionar de la Casa Bertolt Brecht, que ahora deberá echarlos de menos a ambos.

Vi en el libro de Sonia Wegner (La huída de judíos alemanes a Uruguay 1933/1945) una foto de ella y su hermano de túnica blanca y moña azul. Una niña flaca y larguirucha con una moña también flaca y larguirucha. Recuerdo que me contó que cuando en la escuela por primera vez oyó hablar de la Batalla de Las Piedras creyó que los combatientes habían peleado a pedrada limpia. Tal vez por eso sus preguntas e intervenciones en seminarios, charlas, conferencias, eran también como pedradas. A más de uno debe dolerle aún la cabeza de un golpe de Eva.

Soy la primera mujer, solía decir. No sonreía mucho, pero su cara era una sonrisa desde la frente hasta el mentón. Una sonrisa seria, una cosa realmente muy seria.

Te vamos a echar de menos, Eva, Feva, Fefa, primera mujer, te vamos a echar de menos en la Casa B. Brecht, te van a echar de menos en tu barrio, te van a echar de menos tus amigos y también aquellos a los que les tiraste alguna piedra o cascote.

Adiós, Eva. 

Texto de Elizabeth Katzenstein
Compartido por toda la Comision Directiva de la Casa Bertolt Brecht.

 

eva_ernesto.jpgErnesto Kroch y Eva Weil.